El presidente, Gustavo Petro, ha nombrado como ministro de la defensa al general, Pedro Sánchez, quien acaba de desempeñarse como jefe de Seguridad de la Presidencia y tiene poca o nula experiencia en el manejo del orden público nacional. Tiene como fortaleza su cercanía y lealtad al presidente, sin tener en cuenta que, por encima de cualquier consideración personal, debe tenerse en cuenta los intereses de la patria sobre todo en momentos en que los grupos armados tiene arrinconada a gran parte de la población civil del país y el ejercito no ha tenido la respuesta militar que demanda atacar y controlar a enemigos tan grandes y poderosos.

En el grado de antigüedad por encima del nuevo ministro de defensa se encuentran 29 generales, quienes estarían por debajo de la línea de mando frente al nuevo ministro. Esta incomoda situación los conduce por honor militar a renunciar a la institución castrense creando un ambiente de inestabilidad, inconformidad   y rechazo al interior del propio ejército. Esto es gravísimo debido a que el general Sánchez, no llega con el nivel de empoderamiento que las actuales circunstancias requieren

Podría pensarse que la situación tendría menor impacto si el ministro se posesiona como civil renunciando a su condición militar. No obstante, a esta alternativa se da por descontado que al interior de las fuerzas ya hay fisura y que el camino prácticamente ya está dinamitado por cuenta de una imprudente e inoportuna decisión.

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