La Ley Electoral contempla la recolección de firmas para entregarle aval a aquellos candidatos que no tienen, o no quieren, inscribir su candidatura a alguna corporación pública, por motivos conocidos o reservados. Tal vez se pretende con la norma generarle un carácter más democratizo y participativo al proceso, sobre todo para aquellos que no tiene matricula en ningún partido político. Pero se observa en el ambiente, en la calle, en las casas, edificios y oficinas el desplazamiento de cuadrillas de hombres y mujeres interceptando ciudadanos y recogiendo firmas a diestra y siniestra, al que primero pase.
Aquí se ha tipificado un engaño, una burla, un adefesio, al espíritu que persigue la Ley, por cuanto los candidatos están utilizando el mecanismo para para hacer política y campaña prohibida por el actual código electoral. Además, quien firma lo hace para quitarse de encima a quien se le atraviesa en el camino, no porque conoce al candidato. Un solo ciudadano firma para varios candidatos, nada le cuesta. No tiene sentido el despliegue que hace la Registradora de un recurso humano y tecnológico para organizar y verificar la autenticidad de las firmas, cuando el proceso es espureo, engañoso y no consulta el verdadero espíritu de la norma y la conciencia ciudadana. En reemplazo de este adefesio, se podría pensar en otro mecanismo transparente que no riña con la moral democrática y ciudadana en Colombia.