No es un problema menor, es mayúsculo por las connotaciones que alcanzan las ciudades en el mundo que son invadidas por migrantes en busca de oportunidades provenientes de gobiernos dictatoriales y corruptos, caso, Venezuela, Cuba y Nicaragua, para mencionar solo a los más cercanos referenciados. Un gran porcentaje de estos llegan a delinquir, en Colombia, a Bogotá la tienen acorralada y han aumentado preocupantemente el índice de inseguridad. Lo justo y normal es repatriarlos para que cada estado asume su responsabilidad. Hacen colapsar el sistema de salud y traen malas mañas. La mayoría entra a competir en el mercado laboral en las mismas condiciones que los nacionales.
El problema alcanza tanta incertidumbre, preocupación y desespero que en México dos ciudades ya colapsaron: Tapachula y Juárez. Los migrantes son un problema porque rebasan las capacidades que tiene los gobiernos de turno para socorrerlos y las mismas ONG que les brindan ayudas. Viven de la caridad. Quienes llegan es porque no taren nada, vienen a buscar.
En el caso concreto del gobierno colombiano este karma no debe apuntar a visión o percepción ideológica, se debe mirar con pragmatismo brindándoles una ayuda transitoria y humanitaria y regresarlos a su país de origen.