Palabras fuertes, reflexión polémica, incluso atrevidas. Expresarlas en estos momentos de solida reivindicación y lucha de género con robustos ingredientes de feminismo, sería muy inoportuno, hasta peligroso. Pero no se trata de estigmatizar u ofender a ese ser humano que nos alojó en su vientre y nos trajo al mundo con amor, ternura y coraje. Queda claro que no se trata de eso, ni más faltaba, carajo.
Las actuales corrientes ideológicas de izquierda y de género promueven y dicen luchar por la igualdad de la mujer frente al hombre, son derechos que los han materializado, incluso con la tabla salarial. Argumentan que las mujeres deben ganar el mismo sueldo del hombre, solo por ser mujer. Eso es un insulto para las mujeres y ellas mismas no se dan cuenta en su carrera frenética por lograr cosas. Ellas deben preparase y asumir liderazgos dentro de la sociedad.
La naturaleza hizo a la mujer distinta al hombre con profundas diferencias biológicas y estructurales para permitir la continuidad de la especie. Somos seres complementarios, el uno no puede vivir sin el otro, nosotros somos de ellas y ellas son de nosotros.
En la época de la prehistoria lo normal era la división social del trabajo; el hombre salía a trabajar, enfrentando los peligros de la época con su propia vida, y la mujer, se quedaba en la casa en labores domésticas cuidando de sus hijos. Eran roles complementarios. La mujer por morfología y estructura corporal, no puede desarrollar oficios o trabajos que el hombre si puede hacer, y lo contrario tiene lógica también.
En la modernidad, las cosas han cambiado en términos dialecticos, pero con enfoques de género equivocados e ideologías mal sanas. Si, la mujer debe luchar por sus reivindicaciones, pero sin perder su bella naturaleza de mujer.