El sueño del pacto histórico al momento de su constitución como fuerza política para elegir a Gustavo Petro, como presidente, se les cumplió. Hoy está sentado en La Casa de Nariño, aunque sufriendo. El segundo sueño era constituir sus propias mayorías en el legislativo para evitar hacer alianzas con sectores de derecha y garantizar gobernabilidad plena, eso fue un fracaso porque no lo lograron. De haberlo logrado hoy estaríamos, no discutiendo lo pro y los contras de las reformas que tienen al ejecutivo arrinconado y al país expectante. Seguramente se estarían discutiendo reformas constitucionales para ejecutar actos de dictadura propias de la izquierda, al mejor estilo de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Fue un triunfo agridulce, y hoy lo sufren pagándolo caro porque no haber logrado esas mayorías los ha obligado a conformar alianzas con los sectores tradicionales que tanto criticaron, y que tienen al gobierno agarrado por el cuello. Esa coalición es frágil, relativa, inestable y en cualquier momento se puede romper porque no están de acuerdo con los textos de las reformas a la salud, pensional y laboral, pilares del cambio que prometió el hoy presidente cuando era candidato. Es tan crítica la situación que importantes miembros del pacto tampoco están seguros y han elevado criticas fuertes. Se les acusa de no consensuar, dialogar y no aceptar recomendaciones. El mismo presidente lo confirma cuando dice que la reforma debe pasar en el congreso tal y como sale de la Casa de Nariño. Eso se llama dictadura democrática.
Al final parece que todo está llamado a romperse en mil pedazos.